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regresará a casa y que las probabilidades de volverse a ver son lo que los gringos llaman
     CUENTO  “slim to none”. Pero ninguna de las dos vivía pensando en eso. Ana estaba a miles de




            kilómetros de casa, de estándares, de metas y un poco más lejos de cualquier tipo de

            compromiso. Una amiga como Kayleigh era lo que necesitaba.






                   En la calle principal que corría paralela al río Missouri (Mainstreet) había unos


            cuatro lugares decentes en donde tomarse unos tragos y hacer amigos fugaces. Había una

            campana que te avisaba que eran las tres de la mañana y que era la última oportunidad de


            pedir alcohol, al menos allí, al menos esa noche.


                   Ana y Kayleigh se volvieron inseparables. Después del “trabajo” de pegar cintas


            magnéticas, de leer sobre el camino que Robert Frost no tomó, de entender de qué habla

            Carver cuando habla de amor, de investigar sobre el viaje en el tiempo en la literatura para


            su tesis de maestría y de sobrevivir a la espantosa e impresentable comida de la cafetería, la


            cual según se rumoraba por los pasillos, a veces incluía ardillas silvestres del bosque, luego


            de la lavandería, con la clásica bolsa de monedas de veinticinco centavos que siempre había

            que tener a disposición, de ir a dar un par de vueltas en la pista de tartar rojo y de mandarles


            un par de correos electrónicos a sus padres, la salida en el Saturn de Kayleigh era la razón


            de ser del día de Ana.


                   Fueron a bares irlandeses, tomaron cerveza verde y se metieron en bailes de música

            country, pasearon a la orilla del río Missouri y se besaron con los chicos guapos de alguna


            banda de covers de Nickelback. El dúo dinámico de la latina y la pelirroja en aquel hueco


            del Midwest gringo, resultaba siempre muy interesante y atractiva. Siempre había de qué


            hablar. Siempre había un redneck de ojos azules que jamás había hablado con nadie que no

            hablara inglés como lengua materna. Siempre había un gringo que quería que le enseñaras



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