Page 84 - Memoria2017
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Al salir del avión primero en Houston y luego en Tocumen, ya la resaca había dado
CUENTO lugar a la verdadera tristeza. Al real sentimiento de pérdida. A todo lo que pasa cuando uno
se sube a un avión y deja atrás un pedacito de su vida. Sabían que no se volverían a ver.
Ha pasado el tiempo. Ya no tienen 25 años. Ya Ana terminó de pagar su préstamo y
sus fiadores están libres de peligro. No les van a embargar hasta la sonrisa por su culpa. Eso
es un alivio. Es el precio del conocimiento. Quién le hubiera dicho que el trabajo que
terminaría haciendo aún no existía cuando terminó su Maestría en Arte con Énfasis en
Escritura Creativa. Con el tiempo las cosas van cambiando. El cambio es lo único que
permanece. Todo lo demás pasa. Bendita la hora en la que había decidido estudiar cuánta
vaina se le puso en frente. Estaba lista para la vida. O al menos eso creía. Uno nunca
termina de estar listo para el futuro.
Ana jamás llama a su universidad de quinta por su nombre. Le da pena. Sólo dice
“Estudié en Missouri”. Es suficientemente elegante. Las vidas les tomaron un curso
inexplicable a Kayleigh y a ella. Algunos sueños se les hicieron realidad en el camino.
Otros se les rompieron en cuatro mil pedazos. Se invitaron por correo a las respectivas
bodas a las que sabían que la otra no asistiría. Se hicieron amigas en Facebook. Y con el
tiempo pudieron llamarse gratuitamente por el Messenger. Es curioso cómo la tecnología te
va ubicando en momentos de tu vida, te va marcando, condicionando y piensas en cómo
hacías antes de que lo que ahora es nuevo e imprescindible existiera.
Pero allá, en el medio de la nada, en una esquina de Stevie Ray´s, que aún existe en
el Riverfront y donde siguen tocando una campana a las 3 de la mañana, gritando “last call
for alcohol” hay una foto revelada con químicos en algún laboratorio Kodak, como se hacía
antes, con manchas de deterioro, sostenida con una tachuela verde en un tablero de corcho,
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