Page 48 - Memoria Premios IPEL 2021
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sopesarla tranquilamente. Después de todo, a eso había ido, a probar sus hipótesis sobre
el mestizaje y el trópico como causas de atrofio para los hombres. El guía habría de llevarlo
hasta aquellos confines de la selva, lo dejaría con suficiente alimento, y volvería por él tras
un lapso convenido. Selva adentro, tendría la suficiente calma para ordenar los datos
recolectados y reflexionar sobre ellos.
El alemán llenó una mochila con carne seca en abundancia, arroz envuelto, plátanos
cocidos, una cantimplora llena y su hamaca de nailon hecha rollo. Tenía confianza en su
fortaleza física; los entornos que había habitado no eran más benévolos que esa parte del
trópico. Y podía, incluso, disfrutar de dormir a cielo abierto, no se diga del sonido de la
naturaleza y la caricia del rocío de las mañanas. Lo que Richard Ackermann no sabía era
el afán que Demetrio González había escondido tras el reto.
A las nueve de la mañana, inició la marcha hacia las entrañas de la selva. El negro
Jack se introdujo por senderos como embudos verdes. Se abrieron paso entre espacios
mínimos de ramajes tupidos. El camino fue tomando forma. Y siguió el negro con un
machete relampagueante, cortando plantas parásitas que colgaban de los árboles altos. Y
el alemán no se amedrentaba y mantenía el paso virilmente.
Habrían pasado dos horas cuando llegaron a un descampado. Ahí se asomaban
tímidos los rayos del sol. Como un pequeño techo, había una malla de ramas cruzadas,
como brazos. Jack, con gestos, dio a entender que ahí era el lugar, si el alemán quería. El
europeo respiró hondo mientras cerraba los ojos. Sí, los sonidos de la naturaleza se
escuchaban como un espeso murmullo. De inmediato, miró a su alrededor y descubrió dos
árboles que se erguían paralelos.
⎯Ahí podré colgar mi hamaca.
Jack asintió, sonrió. Pero Ackermann no se dignó devolverle la sonrisa. No porque
le desagradara Jack. Al contrario, el negro le había caído simpático. No obstante, prefería
mantenerse ecuánime, descontaminado de emociones. Estaba dando, después de todo,
una lección sobre verdades irrefutables que nada tenían que ver con simpatías o
subjetivismos.
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