Page 52 - Memoria Premios IPEL 2021
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mucha persistencia en que se las registrara en propiedad, legalmente. Un niño y otro
quedaron nombrados como Daniel Jaqueman y Ricardo Jaqueman, apellido que nacía en
el mismísimo momento en que se hizo el proceso legal.
Sueño con Tokio en el Darién
En lo profundo de la selva del Darién, habita un hombre que visualiza e interpreta
sueños. Tongueros, les llaman. Vive en un caserío en el que hay al menos cien hombres,
mujeres y niños, los que le respetan hasta la veneración. No convive mucho, sin embargo,
con ellos. Para mantener su don en inmejorables condiciones, se aísla frecuentemente y
reflexiona sobre lo que hay en su mente y corazón.
Quien le enseñó a ser tonguero, su padre, le advirtió que no se sumergiera más de
la cuenta en sí mismo, que esto podría enredarlo. Pero soñar le deja tan buen sabor de
boca que ignora la advertencia frecuentemente.
La mayoría de los hombres del pueblo sostienen a sus familias con la pesca. El
pescado no solo complementa la dieta de verduras, tubérculos y frutas, sino que puede
venderse con facilidad y dejar dólares suficientes para hacer compras en la ciudad. Pero el
tonguero no se entrega a esta actividad provechosa. Su única ocupación es conocer e
interpretar sus propios sueños y los de los demás. Si come algún pescado es porque lo
recibe como agradecimiento por sus interpretaciones.
Desde hace algunos años, es pareja de una mujer llamada Waní. Con ella tuvo dos
hijos que aún viven con ellos y contribuyen con tareas cotidianas a la familia. A diferencia
de él, ella es una mujer terrenal y meticulosa. Se pasa los días llevando a cabo labores
precisas e invariables. Prepara comidas a base de plátano y maíz; va al río a lavar la ropa;
mantiene ordenada la choza de barro y pencas que unos pocos pilotes pulidos sostienen.
Ella es muy previsible, pero eso no quiere decir que carezca de una voluntad fuerte y
orgullosa.
Un día él, en sueños, visita la ciudad de Tokio. Nunca estuvo en ese espacio urbano
y ajeno, pero dormido se impresiona tanto que, al despertar, puede describir calles
completas exactamente. Su gozo puede palparse. Había visto antes, admirado, estampas
de Japón, pero ahora eran los mismísimos vericuetos del barrio Minato Ku los visitados.
Incluso entró a un templo sintoísta cercano a la boca de una estación del metro.
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