Page 49 - Memoria Premios IPEL 2021
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Jack, finalmente, comenzó a emprender el camino de regreso. Dejó una despedida
                  y un consejo cuando ya se alejaba:


                         ⎯Recuerde  por  donde  vinimos,  alemán.  Si  tiene  cualquier  problema,  cualquiera,
                  regrésese. Si sigue por el sendero de la derecha, encontrará un poblado de pescadores.

                  Pero no encontrará hombres fuertes ahí porque son, alemán, pescadores, y se embarcan
                  y  desaparecen  por  largo  tiempo.  Solo  hallará  mujeres  y  niños.  Por  el  sendero  de  la

                  izquierda, tras una caminata de una hora u hora y media, llegará a las riberas del río.

                         El negro Jack no se sintió escuchado⎯el alemán hacía girar su azul mirada por los

                  pelambres de árboles bajos y no le prestaba atención⎯y, envalentonado por la cara que
                  supo  plantar  Demetrio  González,  dejó  solo  a  Ackermann  sin  decirle  una  palabra  más.

                  Cuando el alemán buscó a su guía, se encontró con el vacío.

                         Caída la noche, por instantes, el extranjero tuvo epifanías sobre el Génesis cristiano

                  y un sueño en el que, trepado en lo más alto de un árbol cocobolo, recitaba conocidas frases
                  bíblicas ⎯Esto le produjo confusión, siendo su adorado Nietzsche un acérrimo enemigo del
                  cristianismo:


                          ⎯Y  dijo  Dios:  produzca  la  Tierra  seres  vivientes  según  su  especie:  bestias,  y
                  serpientes y animales de la Tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios los animales de

                  la Tierra según su especie, y ganado según su especie, y todo animal que se arrastra sobre
                  la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.


                         Cuando,  en  el  sueño,  se  lanzó  desde  la  copa del  árbol,  despertó  en  la  hamaca
                  estremecida, sobresaltado.


                         Doce días después, según lo convenido, Jack se apareció. El alemán no podía verse

                  más feliz. Estaba hecho un ovillo en el centro de la hamaca y su rostro sonreía, entre los
                  nudos espaciados de las cuerdas, como si fuera el de un niño travieso. Jack no le prestó
                  mucha atención y se limitó a agrupar los enseres del alemán para que el regreso fuera

                  expedito. Ackermann no tardó mucho en sumarse a la tarea y, en pocos minutos, tenía su
                  mochila empacada y colgada de los hombros.



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