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REFLEXION FINAL
Las discriminaciones laborales deben ser exterminadas en un

mundo globalizado donde la concepción de que la dignidad humana
está por encima de cualquier otra consideración está vigente. El
Estado panameño ha comprometido su palabra con tales conceptos,

aceptado la doctrina del trabajo decente de OIT, sin embargo, sus
trabajadores son víctimas de todas las limitaciones, injusticias y
privaciones descritas en el presente trabajo, sobre la base de tres
criterios centrales: la administración lo es todo, el individuo no es
nada; la prevalencia de concepciones ideológicas y jurídicas de

trecientos años atrás, además del clientelismo político partidista,
que redundan en exclusiones severas. Ninguna de ellas, no obstante,
justifica la existencia de tales discriminaciones pero seguirán

subsistiendo en la medida en que no operen cambios en la conciencia
colectiva, tanto de los gobernantes como de los gobernados.

En un mundo salvajemente consumista, desmedidamente
individualista y en un escenario laboral casi absolutamente

discriminatorio desde el punto de vista objetivo y subjetivo en el
que se desempeñan los trabajadores estatales panameños, hacen
falta cambios tanto objetivos como subjetivos para alcanzar otro

mundo, otro tipo de relaciones laborales, sin importar el esfuerzo
que hagamos para deshacer conceptos tricentenarios, reaccionarios
y retardatarios, en beneficio de los hijos de los trabajadores y en fin
de cuentas, del futuro del país. En tal sentido, empiezan a asomarse
iniciativas legislativas que tienden a reconocer esta realidad pero

aún falta mucho por hacer, desde la academia, desde la norma y
desde la concepción jurídica cultural imperante.

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