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botellas, y todos saben que el alcalde les pide una cuota de sus salarios “para seguir haciendo el bien al
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            pueblo”.


                   Sofía se mira al espejo de los camerinos, enmarcada en bombillos de luz blanca, como en

            las películas. Se acomoda el cabello largo y ondulado. Verifica su maquillaje antes de salir al debate

            y le gusta lo que ve. Un cuerpo entrenado y un traje adecuado. Azul naval con líneas grises, casi

            imperceptibles. Sus labios voluptuosos en rojo oscuro mate. Delineador negro con algo de brillo

            enmarcando sus hermosos ojos almendrados. La belleza de su rostro y la personalidad de Sofía hacían

            que se adueñara de cualquiera habitación en la que entrara. En breve iniciará el debate y ella no podría

            estar más preparada para confrontar a su adversario en política. Había sido una larga carrera hacia la

            alcaldía del distrito. Era su sueño desde que salió de la universidad y desde que lo quería había tratado

            de dirigir sus esfuerzos a conseguirlo. Cuando le preguntaban cuál era su motivación para luchar por la

            alcaldía, Sofía le regalaba su gran sonrisa al reportero diciendo “Porque amo a esta ciudad”. Y todos se

            derretían por su franqueza e inteligencia. Era joven, enérgica y decidida. Si alguien podía arrebatarle el

            trono a Rafael Duarte, ésa era Sofía Hernández.

                   Se había especializado en Ciencias Políticas y graduado con honores. Luego había estudiado un

            segundo título en Psicología de los Mercados. Sabía lo que movía a las masas, lo que las hacía vibrar y

            conectarse. Tenía un Diplomado en Finanzas públicas y cuando se hablaba de producto interno bruto

            e índice de crecimiento, ella sabía cómo mandar a su adversario contra las cuerdas. Unas piernas

            gruesas y torneadas, adornadas por una que otra cicatriz deportiva la hacían ver vulnerable y real. Su

            manejo político era exquisito y no cometía errores. No tenía deudas políticas ni colas de paja en su vida

            profesional.

                   Soltera y sin hijos, era reconocida por su trabajo comunitario y sus iniciativas sociales. Ha sido

            servidora pública y es la primera vez que aspira a un puesto de elección popular. Nunca ha estado

            comprometida con el ideario del partido político que la ha postulado, pero es un mal necesario si tienes

            aspiraciones de cambiar tu entorno.

                   Sofía sonríe frente al espejo. “Mi carrera ha sido mi prioridad. Me he preparado para servir a

            mi ciudad y espero que ustedes apoyen mi plan de gobierno”.  Es sin dudas la sonrisa de una ganadora.

            Serena y confiable. La sonrisa de quien sabe lo que vale y no necesita de la confirmación externa.


            Los reflectores bailan sobre el escenario y los asistentes reciben instrucciones de aplaudir según lo



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