Page 58 - Memoria2018
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     CUENTO  Al día siguiente, más bien a las pocas transcurridas, los niños se levantaron para ir al instituto. No son


            niños, ya hace tiempo que me pasaron en tamaño, pero siempre serán mis bebés. Les preparo el desayuno

            mientras se bañan y se ponen el uniforme. Me mato en la calle para pagarle la escuela privada, es lo único

            que puedo dejarles, educación. ¿Para qué querrían esos malandros mi carro?, me pregunto. Me preparo un
            café, que sabe a todo menos a café. Caliento más agua y me preparo otra taza. No es tan diferente el sabor

            de la anterior. La mente me regresa una y mil veces a la acera del estacionamiento del aeropuerto. ¿Qué tal

            que esos tipos me reconozcan en la calle y me hagan daño?, penaba cuando el sueño se apiadó y me quedé

            dormida en la mesa. Allí permanecí hasta mediodía, cuando me despertaron los ladridos de los perros.

            Caminé hasta la ventana y vi los policías bajar del carro patrulla.

            ...

            Los tres policías me obligaron a subirme al carro patrulla sin mostrarme una orden judicial. Solo pude tirar
            la verja cuando me empujaban como si fuera una criminal. Pregunté qué pasaba y me respondieron que no

            podían darme detalles. Te sacan de tu casa, te suben a la patrulla y no mereces que te digan las razones. Me

            llevaron a una de las oficinas de investigación. Ante una sala pequeña, el abogado que me asignaron me pidió

            que le fuera sincera. Era la primera vez que alguien me pedía tal cosa. Será que piensan que yo misma me

            robé. El abogado pregunta y pregunta. Luego pasamos a la sala donde se hacen las audiencias. Allí estuvimos

            horas, escuchando todo tipo de conjeturas, luego un juez ordenó mi detención.








































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