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Un astrónomo con conocimientos de física cuántica, que había previamente teletransportado
     CUENTO  átomos hasta moverlos de un lugar a otro en el espacio en una escala cuántica jamás imaginada y que


            descubrió  que  las  galaxias  y  los  causares,  fuentes  causiestelares  de  radio,  en  palabras  más  simples:

            agujeros negros en los centros de las galaxias; estos están diseminados de forma desordenada en el

            firmamento. Lo que prueba que el universo es irregular. El astrónomo logró medir la posición de las

            galaxias y halló que se estaban acercando las unas a las otras. Esto podía explicar por qué la luna se

            había acercado tanto a la tierra, pero también revelaba que el universo no solo se expande, también se

            está reciclando así mismo y si no cuidamos a la luna, desaparecerá, no por un agujero negro, si no por

            nosotros mismos.


                   Es cierto que la primera en probar la luna fue una niña y su amigo Alfonso, pero no es verdad que

            fue culpa de ellos todo lo que pasó después. Cuando ella la probó, luego la saboreó Alfonso. Él, Alfonso,

            no era de los niños que vivían en los rascacielos. Vivía abajo, en esas pequeñas casitas insignificantes,

            pero su mamá era la sirvienta en la casa de la niña que se había hecho amiga de Alfonso y sin medir

            clases sociales jugaban juntos los viernes que era el día en que su mamá lo llevaba al edificio. Cuando le

            contó a su papá que la luna era de queso o al menos a eso sabía, su padre lo comentó con sus amigos

            mientras jugaba dominó en el parque. Desde allí se veía la luna gigantesca y se podía apreciar a los

            más ricos caminar por ella y divertirse en diversas actividades. Todos se echaron a reír. Pero enseguida

            estuvieron serios cuando en silencio se quedaron reflexionando en algo. Si la luna se puede comer, es

            posible que se acabe el hambre en la tierra. Ese rumor llegó  a los oídos de un empresario accionista de

            uno de los consorcios más grandes del mundo. Sólo por quitarse las dudas le dio un mordisco a la luna y

            comprobó que era comestible y lo que siguió fue la más grande explotación lunática que se haya podido

            experimentar en la historia de la humanidad. Los grandes empresarios empezaron a vender la luna como

            si fuera queso prensado. Se podía ir a cualquier supermercado y encontrar distintos tipos de alimentos

            derivados de la luna. El único inconveniente era que el precio era verdaderamente lunático y llagaba más

            allá de lo que podía pagar una persona normal, ni siquiera la clase media podía comprar más de media

            libra de luna.


                   Los primeros en protestar sobre la explotación de la luna no fueron los científicos y ecologistas,

            sino los brujos, los quirománticos, los adivinadores y todos los que de alguna forma vivían de los atributos

            de la luna. Cómo podrían trabajar si la luna se la estaban comiendo. Ya no podían construir sus pócimas



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