Page 31 - Memoria2017
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ni predecir el destino porque la luna estaba siendo consumida. Pero nadie les hacía caso. Los siguientes

            en protestar fueron los poetas y escritores que aducían que era difícil inspirarse en un tema con la luna si   CUENTO

            la estaban devorando. Para que decir cosas como “…te voy a bajar la luna…” o “…me beberé la luna trago

            a trago…” si ya no tenía gracia una metáfora cuya imagen estaba adulterada y contaminada dentro de

            frascos en los supermercados. Después llegaron los astrofísicos y los astrónomos que rogaban para que

            no se comieran el motivo de su profesión. Pese a todas las protestas y las advertencias de los científicos,

            los poderosos siguieron comercializando con la luna. Cuando las grandes masas ya no aguantaron más

            organizaron grandes protestas y  se lanzaron a las calles y como una torre de babel empezaron a subir

            como hormigas a la luna y a fueron devorando con tanto ímpetu que la luna se fue desapareciendo.


                   Nadie lo supo jamás, pero fue otra niña que desde la ventana de su casa quien descubrió que la

            luna era un pequeño cuarto menguante; apenas una sonrisa como la de un perrito que se asoma a su

            casita de perrito. Solo que esta niña no vivía en uno de esos altos rascacielos sino en una multifamiliar

            que se levantaba en uno de los barrios de la periferia de la ciudad. Esta niña nunca probó la luna, a pesar

            de que mucha gente lo había hecho. Ella siempre, desde su memoria de niña, había escuchado que la

            luna sabía a queso y que olía a vainilla, pero ahora solo quedaba un dibujo de ella en la altura y un terrible

            frío que jamás nadie olvidaría.











































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