Page 38 - Memoria2017
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a uno le gusta lo que hace, difícilmente se le puede llamar “trabajo”.
CUENTO una ingeniera en sistemas computacionales. Trabajaba freelance desde donde le diera la gana y no
Fátima era su nombre clave. En su negocio uno no puede navegar con nombre propio. Era
podía quejarse. Era una crack en lo que hacía, todas las modestias
aparte.
No tenía ganas de bañarse esa mañana. Hacía frío.
Tenía unas 58 notificaciones de diferentes aplicaciones. WhatsApp, Facebook, Twitter e
Instagram. El grupo de su promoción de la escuela secundaria con decenas de memes de Piolín y
tazas humeantes de café, deseándole a gente que no habían visto en décadas, una feliz semana. Le
llamó la atención un mensaje que le habían enviado a las cuatro de la mañana, durante una de las
tres horas que había podido dormir. Un mensaje de un cliente. El Sr. Smith. Francio Smith. El señor
buena gente.
“Hola, F., tengo una urgencia.
Necesito un programa que me asegure que todos los archivos que he borrado de mi laptop sean
irrecuperables. Necesito una bomba, un software que destruya todo lo que encuentre en la
computadora y me asegure que nadie nunca pueda recuperarlo o volver a utilizarlo. Sé que estas
cosas son tu especialidad. Esto lo necesito con carácter de urgencia. Confío en ti y espero tu pronta
respuesta”.
Smith era un tipo de unos 70 años. Ojos azules y mirada bondadosa. Siempre le había
parecido un una buena persona. Podía ser el abuelito de cualquiera. Un buen tipo. Subrayado. Un
excelente cliente.
Fátima se frotó los ojos con fuerza y volvió a leer el mensaje. Si bien le pareció un poquito
desesperado, realmente no le llamó la atención para mal. Al fin y al cabo, esto era algo que ella
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