Page 23 - MEMORIA 2019
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y mitad auto– a tratar de aplacar el fuego. Todo fue inútil. Lo que antes funcionaba como una imprenta
clandestina, ahora estaba transformado en los restos de maquinarias, cenizas y carbón. La galera ardió CUENTO
durante ocho días.
Sindicalistas y obreros aprovecharon la confusión para sublevarse en las calles cercanas, exigiendo la
atención de los poderosos. Marchas y barricadas se abrieron paso por la ciudad durante dos semanas. La
población, en su mayoría proletaria, se unió a la huelga. Margot entendió perfectamente la oportunidad,
era el momento indicado para que se escucharan la voz del pueblo. Las huelgas llevaron a propiciar un
diálogo entre los sectores obreros y el Concejo de Cardiff.
En los campos cercanos, un viejo tren se detuvo; era como si su piel de hierro, pintada de rojo y negro,
percibiera el fogaje de los incendios en la ciudad. La máquina era un animal asustado que se negaba a
entrar a la Estación Cardiff Queen Street. Como si su coraza férrea quisiera proteger a Daniel Legrand. El
empresario despertó asustado con el chirrido de los frenos del tren diecinueve setenta y tres, dejando caer
un grueso folio de papeles que traía en su regazo. La portada del documento tenía escrito en caracteres
góticos: OIT - Proyecto. Para Margot Lloyd.
La reunión con Daniel Legrand tendría que esperar hasta que retornara la calma. Cuando dieron las
noticias en el vagón de pasajeros, los ojos azules de Daniel Legrand miraron a través de la ventana sin
ningún atisbo de preocupación. Los voceros de los gremios invitaban a todos a sumarse a la huelga.
Reiteradamente mencionaban que una mujer llamada Margot Lloyd y el director de la imprenta, Bernard
Thompson, estaban al frente de la multitud. Una masa cada vez más numerosa de gente (se contaban por
miles) desgarraba el aire con sus consignas.
No eran reclamos de amargura, ni de odio. Los obreros, con sus brazos en alto, solo demandaban justicia
social. El humo oscuro, proveniente de las calles tomadas, se veía serpentear a la distancia. La mirada de
todos se perdía en dirección a la New Port Road.
En esa calle modesta, donde la dura faena gasta a la gente, se lograron organizar los trabajadores y
trascendieron las fronteras. Margot, Bernard y un grupo de trabajadores salían hacia el Senedd. Era la
reunión definitiva con el Primer Ministro. Sonreían con optimismo al ver a tantas personas unidas. Se
miraban unos a otros; sabían que empezaba a tejerse el futuro ese mismo día.
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