Page 47 - MEMORIA 2019
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En fin, el capataz nos ha dicho que no nos vamos hasta que terminemos.  Creo que serán como las seis cuando
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            acabemos, tres horas de tiempo extra, tres horas que no se fuman en pipa y que suman.  En tanto paguen el tiempo

            extra no me importa.  Y que no vengan a pagar el tiempo extra que les da la gana.  Que paguen los tiempos que
            señala la convención colectiva vigente, la que acaba de negociar el sindicato.  ¡Coño!  Fueron doce meses y un paró

            de casi nueve, por esa convención que no nos aseguró el aumento que merecemos, pero algo es algo, y poco a poco,

            vamos consiguiendo lo que queremos; pero tenemos que estar vigilantes sino nos joden estos empleadores, o como

            dicen los del sindicato, estos oligarcas.





            Tienen que reconocer el trabajo que uno hace y pagar con justicia.  Yo trabajo tirando pico y pala.  Pero soy bueno en

            eso, quizá el mejor, un buen manacho.  El otro día, por ejemplo, me gané a un venezolano tirando pala.  El capataz

            nos pidió que entráramos la arena que estaba casi en la calle porque el volquete no podía entrar y ahí mismo se
            formó la competencia con chinguía y todo.  Yo fui a mí y me gané veinte palos.  La apuesta era ver quien acarreaba

            más arena.  Tomamos una carretilla y una pala.  Mi carretilla es roja, un Ferrari, y vuela porque le tengo la rueda

            bien aceitada y mi pala es de mango largo, el venezolano tomó una carretilla cualquiera y una pala de mango corto,

            mala decisión.  Le saqué tres carretilladas de ventaja al pobre pendejo y solo tres porque no quería dejarlo muy en
            feo y porque no quería hacer todo el trabajo. El tipo me cae bien y me trata con el respeto que todos obreros debemos

            tener por quienes comparten el mismo trabajo y las mismas penas.






            El venezolano que, era dizque casi ingeniero en su país, cuarto año en la tecnológica, cuando se vino para Panamá,
            y acá no podía conseguir trabajo ni seguir estudiando porque no trajo sus papeles en regla y porque no tenía plata,

            no pudo con mi destreza con la carretilla y mi velocidad paleando.  Pero me cae bien el chamo, como ellos dicen,

            y como tomó la derrota en buena forma, lo invité a la “vaca”, y junto a los demás compañeros, nos fuimos a tomar

            unas “frías” después del trabajo en la “Portobelo´s Bar Club”, que es en donde se reúne la gente de la construcción
            después de la jornada, los sábados, a beber, “parquear” y jugar domino por platita.






            Allí,  en  el  bar,  que  abre  desde  la  una  de  la  tarde  todos  los  días,  conversamos  y  nos  enteramos  de  todos  los

            acontecimientos relacionados  con  la  gente  de  la  construcción,  con  lo  que  les  pasa  a  los  compañeros  cercanos
            de trabajo, sobre asuntos familiares, disputas laborales, la quemadera, los despidos y hacemos inventario de las

            “guiales” que están buenas y de los “bagres” que se acercan a la construcción. El bar es frecuentado por albañiles,

            carpinteros, soldadores, sus ayudantes, trabajadores generales, como yo, alguna secretaria en busca de un “man” que

            se la levante y administrativos de bajo rango (mensajeros, ayudantes de contabilidad); además, por los prestamistas,
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