Page 49 - MEMORIA 2019
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una casa a mis viejos, andar siempre “ribeteado” en una nave bien “pritty” y levantarme a una “gringuita”.  ¡Qué
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            salazón! Aun así, de vez en cuando, visito el cuadro de béisbol para “birriar” con los muchachos del barrio.  Ahora

            juego el jardín izquierdo donde tengo menos acción y corro menos riesgo, aunque ya no es tan divertido y siempre
            me da una especie de “mococoa” y una nostalgia difícil de esconder.






            Cuando me pasa eso me “cabreo” y me voy pa´l chantin a rumiar mis penas yo solo, porque no me gusta que la gente

            me vea así.  Estar jodido y caído de ánimos no es lo mío, yo usualmente no soy así. Yo tengo fama de arrepinchoso
            y la fama, cuando es buena, se cuida.  Cuando estoy así lo único que me saca de la cabreación es ir a la tienda del

            chino y comprarme unas cuantas pintas bien frías, beberlas allí mismo sentado en la esquina cerca de la cancha,

            viendo a los meñas del barrio jugando basket y mandándose pa´la verga a cada rato.  Pintas frías que me extraen

            el calor de estos pensamientos turbios y que me vendrían muy bien ahora, con este calor externo.  Pero, ¡vaya! Ya
            son las doce, como se va el tiempo trabajando en automático y pensado pendejadas.  Busco mi “portaviandas” y

            me acerco a los otros, me hago un espacio en la mesa tipo picnic que hicimos con madera reusada, y me dedico a

            almorzar lo que traje para comer, preparado por mi anciana madre.  La abundante comida que “mi vieja” me sirvió

            en un envase de helado de medio galón que siempre traigo hasta el tope, con todo mezclado, que es como me gusta.
            Todo revuelto, los macarrones, la carne guisada, “buco” arroz, la ensalada de papas, las tajadas de plátano maduro

            y “rantan” de porotos.  Siempre como casi lo mismo, bueno, a veces pollo guisado o frito, carne de puerco, hígado

            o algo por el estilo.  Lo que cambia es el producto cárnico o la miniestra, poroto, lentejas, arvejas o frijoles, como

            dice la doña, pero lo otro no, especialmente el arroz que como siempre para que me llene.  A esto que yo como le
            dice comida de obrero.






            Acabo de almorzar en “dos patadas” y me recojo en un montón de sacos de cemento arropados con una lona, y allí

            me hecho una pequeña siesta para reposar la comida.  Me gusta hacer esta siesta siempre solo porque puedo pensar
            en las vainas que quiero, ponerme al día y formular los planes que tengo.  Por ejemplo, tengo que decidir si sigo

            estudiando o no.  Esto me da vueltas en la cabeza todos los días.  Siempre me torturan las frases de mi viejo cuando

            me dice que si no estudio no voy a “echa pa´lante” y cuando me preguntan que se si quiero ser un “limpio” todo

            el tiempo.   Pero la decisión que tengo que tomar no es fácil.  Primero tengo que terminar el onceavo año, luego
            graduarme en el doceavo.  ¿De que bachiller me graduaré, comercio, letras, porque en ciencias no doy bolas?  Y

            después en la Universidad, ¿qué podré estudiar?  ¿Para qué tengo vocación?  A veces me jodo pensando porqué

            me salí del colegio.  Para hacer nada, huevear para arriba y para abajo todos los “fucking” días, siempre birriando

            béisbol porque dizque me iba pa´las grandes ligas y los “pays” persiguiéndome.  Me andan diciendo que me meta


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