Page 51 - MEMORIA 2019
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La salsa de Lencho López
CUENTO
Los sábados, después del trabajo, los muchachos se reunían en el “Portobelo´s Bar Club” a tomarse unas “pintas”
y a comentar los acontecimientos de la semana, en un ambiente lleno de ruido, relajos y carcajadas. Se la pasaba
bien en ese bar y el dueño se había hecho “pasiero” de la mayoría de los “manes”. El “Portobelo”, entre sus muchos
atractivos contaba con un “traganiquel” bien surtido con los clásicos de la época del acetato, en el cual, se podía
escuchar todo tipo de música. Desde música típica, favorita de los interioranos nostálgicos que cuando estaban
picados se ponían a salomar; música romántica para los despechados que lloraban mientras cantaban “ella, ella ya
me olvidó” de Leonardo Favio, hasta toda clase de música de salsa, merengues, antillanas con la cual los borrachos
tiraban sus pasos en solitario, con la escoba o trapeador de la limpieza o con alguna de las chicas o señoras que
gustaban aparecerse en el bar para ver que pescaban o acechando a sus maridos para que no se gastaran toda la plata
en “guaro”.
Lorenzo Elías López, mejor conocido como Lencho, asiduo visitante del “Portobelo”, era un hombre que rayaba
los 56 años, de los mejores albañiles que dio el Artes y Oficios al principio de los ochenta, había intentado estudiar
arquitectura en la Universidad de Panamá, era sindicalista, hombre de izquierda y de opiniones contundentes. Le
gustaba la salsa, pero no cualquier salsa, solo o principalmente la salsa con sentido social, esa que se cantaba en
los años de su juventud, la salsa que lo acompañó, junto a la nueva trova, en la formación de su conciencia social.
Decía, con pasión y convicción, que esta salsa había sido truncada por el imperialismo cuando el capitalismo se
dio cuenta de la capacidad incendiaria de estas canciones. Según él, era demasiado sospechoso como sugirieron
el “montón” de orquestas y la manera en que la salsa romántica, que confundía amor con sensualidad, erotismo y
hasta hacia apología de la promiscuidad, se imponía como tendencia musical, con letras insustanciales, con arreglos
musicales elementales, diseñadas para obnubilar la conciencia de la gente, en total confrontación a la salsa clásica.
Entre los cantantes favoritos de Lencho estaba Rubén Blades, quien según él con su concepto FOCILA (Folclore
de Ciudad Latinoamericana) revolucionó el género musical, especialmente con su trabajo Maestra Vida, el cual
consagró su proyecto de creación de una identidad latina. Por ello, cuando escuchaba un tema de Blades no solo lo
cantaba sino también hacia una reflexión sesuda del planteamiento de la canción atrapando a quienes estaban con
él en una vorágine de ideas que buscaban poner el tema en contexto acercándolo a la realidad que todos vivimos.
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