Page 61 - MEMORIA 2019
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arena sin las medidas de seguridad exigidas por ley, tuve ganas de correrlo de la obra; pero es un muchacho que no
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            niega el trabajo.  También sostuve que, y los dueños lo saben bien, que no acepto trabajar con materiales de mala o,

            siquiera, dudosa calidad.  En ambas cosas la Junta Técnica que se formó para evaluar en accidente me dio la razón
            y lo sucedido fue decretado como un accidente fortuito, con lo cual, las familias de los dos trabajadores cobraron su

            indemnización, la obra salió bien librada y yo duermo tranquilo todas las noches.






            A mis hijos los mantengo alejados de la construcción porque quiero algo mejor para ellos, quiero que se mantengan

            estudiando y que sean profesionales destacados, doctores, abogados.  Nada que tengan que ver con esto.  Por suerte,
            salen inteligentes a su madre que es profesora de cívica en educación media en un colegio cerca de la casa, el IPT

            Don Bosco, los lleva con la soga corta a los dos, los pone a estudiar a diario y no deja que se salgan del camino.  Y

            si ponen “ronconsitos” me avisa, llego, les doy un par de azotes y se acaba el problema. Ah, pero son buenos hijos,

            los tuve tarde porque mi primera esposa, que en paz descanse, murió prematuramente de un cáncer de mamas que
            nos sorprendió temprano en la vida y me tomo tiempo recuperarme y rehacer mi vida.  Dos hijos, nombrados como

            los abuelos, Leónidas y Sebastián, de 18 y 17, pronto entraran a la universidad, por lo que espero que con los mil

            seiscientos palos que gano al mes, salario que estos idiotas ni siquiera sueñan, los mantendré hasta que se hagan

            unos profesionales.  Sueño con esos días.





            Algunos obreros me han invitado al bar de “mala muerte” donde ellos se reúnen los sábados después de trabajo.

            Pero, que va, no me gusta ir a esos lugares de pacotilla ni me gusta la gente que va allí.  Eso no es para mí.  La

            misma gente que me fastidia todo el día, que tengo que regañar como si fueran unos pelaos, ¿ir a beber con ellos?
            Y no es por los tragos. Yo tomo licor de vez en cuando.  Me gusta la cerveza bien fría, pero cuando quiero tomar me

            junto con otra gente, otro tipo de personas, con quienes pueda aprender algo, entrar en conversaciones edificantes

            -como dice mi mujer.  Me gusta cuando a mi esposa la invitan a un quinceaños de alguna hija de sus colegas, ir

            bien elegantes, tomarme unos tragos finos, con gente como yo, profesores, maestros, licenciados, comerciantes o
            las veces en que el gerente o algún ejecutivo de la compañía me invita a una fiesta, y hay que ir más elegante, con

            saco y todo; o a un “barbecue” con piscina y a los que hay que asistir en ropa “sport”, llevar traje de baño y tomar

            sol, algo bien “nice”.





            Me gusta la gente que, aunque viene de abajo, ha mejorado su estilo de vida, viaja, tiene buenos gustos, buenos

            carros, buenas casas, vive en barrios de clase media, de media para arriba, como nosotros que vivimos en la Riviera,

            corregimiento de Don Bosco, no nos damos la gran vida, pero tenemos aspiraciones, soñamos, trabajamos duro para
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