Page 66 - MEMORIA 2019
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ni una sola fruta era cosechada, ni una sola caja empacada, ni un solo contenedor transportado; no había patrón que
     CUENTO  mandara, el sindicato controlaba la empresa y se hacía lo que los trabajadores decían. Se respiraba un ambiente de


            orgullo, del placer que da el ejercicio del poder colectivo que parece invencible, insuperable. De grupo en grupo,
            las voces iban formando un sólo murmullo grande y largo, como el mugido del río crecido, un río de gente


            a punto de desbordarse.


            Pero no todos compartían el entusiasmo de la huelga, los dirigentes más experimentados y quizás por
            ello, los más prudentes, insistían en la necesidad de buscar un mecanismo de diálogo que les permitiera


            llegar a algún acuerdo, aunque fuera mínimo, para suspender la huelga. “Compañeros, es importante que
            busquemos algún acuerdo, aunque sea de suspender la ley, para poder levantar la huelga, no nos conviene


            que esta huelga pase de los tres días, porque como ya lo he dicho, todos sabemos cómo empieza un
            conflicto, pero nadie sabe como termina.” Como ocurre, comúnmente en estos casos, estas voces fueron


            ignoradas, rechazadas, interpretadas como debilidad y cobardía por las bases y hasta por los gobernantes,
            que eran informados, a través de los infiltrados en las reuniones sindicales.


            Los días siguieron pasando sin cambio alguno en las posiciones del gobierno. Contrario a lo que hubieran


            esperado los dirigentes sindicales, al gobierno no le interesaba negociar, no querían diálogos, los ministros
            en lugar de tratar de calmar las cosas lo que dijeron fue que: “se trata sólo de unos grupos de indios


            ignorantes y borrachos que están vandalizando los comercios y agrediendo a la población. Esa fue la
            gota que derramó el vaso, fue la chispa que encendió el fuego que se extendería como un incendio voraz,


            arrasando todo el pueblo e impregnando de un humo negro y agrio, hasta los rincones más ocultos de las
            casas y llenando de luto a humildes e inocentes familias.


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            “Nos cegó el coraje, la rabia nos pasó como un relámpago y nos prendió la sangre, fue como si nos


            reviviera una rabia vieja aguantada por muchos años; nadie pudo contener a los muchachos, agarraron
            sus machetes y salieron en desbandada, con una gritería que daba susto, y fueron derechito al cuartel de


            policía.


            Ese es un problema que tenemos, yo lo sé, por algo estoy aquí tirao en este bananal del demonio, con este
            cuerpo que ya se me está pudriendo encima. Nosotros to lo arreglamos a los golpes, así ha sido siempre,


            así será después; parece que nos creemos que tenemos tres guevos y siempre hay uno que quiere tener
            cuatro y pues allí va la trompiadera, siempre de envalentonaos, siempre de más machos y a veces uno con

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