Page 69 - MEMORIA 2019
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el orden de batalla y para el medio día se encontraban definidos cinco centros de batalla: el aeropuerto, el
CUENTO
puente, el cuartel de la policía y la entrada y la salida del pueblo.
Una especie de nube, de neblina picosa, se fue extendiendo por el pueblo, mezcla de gases lacrimógenos,
pólvora, humo de llantas neumáticos ardientes que servían de barricada.
Los perdigones caían sobre los torsos desnudos, abrían la carne y se metían atravesando los músculos. No
eran mortales, pero se metían hasta topar con los huesos y allí se quedaban. La policía disparaba a menor
distancia, cada vez; el número de heridos y la gravedad de las heridas se incrementaban a cada hora;
cientos de heridos. Mujeres, niños y jóvenes, los perdigones no distinguían sexo, ni edad.
Dos días después, ambos bandos estaban, prácticamente neutralizados. Los manifestantes esperaban que
la policía, de un momento a otro, se quedara sin municiones, y en ese momento ellos podrían retomar el
control del pueblo, pero ante la ausencia de perdigones, la policía radicalizó el ataque haciendo disparos
selectivos con armas letales, desde la azotea de un banco.
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“Quemamos el banco, es cierto, y qué podíamos hacer, estaban masacrando a nuestra gente. Si no hubiera
sido por el cura y el doctor, hubiéramos linchado a varios de ellos. Nos engañaron, que iban a traer
medicinas, que se iban a llevar los heridos más graves. Le dejamos aterrizar su avión y sí, trajeron medicina,
pero también trajeron municiones escondías en las cajas. Y sí, se llevaron a los heridos, pero saliendo del
hospital los metieron a la cárcel.
De todo eso nos enteramos después, por el doctor Salvatierra, que vino a ayudarnos con el hospital
improvisado que teníamos en finca 6. Ese sí es un hombre de Dios, ese si se puso del lado del pueblo, ojalá
ya lo haya soltado la policía, lo metieron preso por ayudarnos.
Después de eso, lo que vino fue la masacre, ellos recuperaron fuerza¸ se fueron de frente contra las
barricadas, disparaban a la cara y a quema ropa, disparaban desde los helicópteros, disparaban balas de
verdad y a nosotros nos tocó meterle el pecho…”
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Intentaba seguir conversando sus recuerdos en voz alta, pero cada ver era más débil su voz, era un murmullo
apenas audible, hablaba más bien para su propia consciencia que a cada minuto parecía abandonarle. Ya
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