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empezar a escalar sin descanso por la loma laboral, tuvo que quedarse atrás, a propósito. Tuvo
     CUENTO  que hacerse invisible.  Solo así pudo darle a su Andrés los cuidados que el pequeño necesitaba y


            mantenerse cotizando el Seguro. Andrés había nacido con un corazón lleno de asuntos pendientes.

            Intercomunicación entre ventrículos, soplo de ductus arterioso, Comunicación entre aurículas. Asuntos

            que sólo se resolverían con un bisturí, abriendo su pecho y haciendo bombear su sangre a través de

            máquinas muy sofisticadas, mientras el cirujano cardiovascular le remendaba el corazón a su niño.

            Desde el día 1, supo que su Andrés iba a necesitar varias operaciones. El Dr. De La Torre se lo dijo la

            misma tarde del nacimiento de Andrés. Los medicamentos eran lo de menos: Andresito necesitaba

            estar asegurado, porque ningún seguro privado iba a cubrirlo. A esos niños nadie en su sano juicio

            los asegura. Las operaciones que necesitó el niño fueron sumamente costosas, y a pesar de todo

            lo que la gente habla del Seguro Social, solo ellos le brindaron a su hijo lo que necesitó durante sus

            primeros años. Tenía que estar asegurada, al precio que fuera, pero no podía trabajar en el sistema de

            ponchar tarjeta de todos los funcionarios. Andresito iba a necesitar mucho de su mamá. Lida lo supo

            al estrecharlo entre sus brazos, mientras despertaba de la anestesia de la primera operación. El niño

            tenía tres meses. Iba a ser un camino agotador. Lida estaba tan asustada de perder a su pequeño que

            prometió a la Virgen dedicar su vida a su bebé.

                   El Instituto le dio una oportunidad. Un sueldo pequeño en su departamento de comunicaciones,

            unas funciones por definir, pero que tenían que ver con el mundo del Internet, que en pleno 2007

            estaba cambiando hacia una nueva manera de hacer relaciones públicas.  Desde luego que sus

            conocimientos de inglés eran un valor agregado. Ya le encontrarían algo. Lida lloró agradecida. Estuvo a

            punto de besar las manos del Director del Instituto.


            Y comenzó a prepararse para su nuevo puesto. Llena de motivos y de proyectos. No había mucha

            información en ese entonces. Tenía que alimentar las redes sociales, un trabajo que en ese momento

            era casi desconocido. Podía hacerlo desde su casa, pero tenía que estar disponible todo el tiempo. A

            Lida se le encendieron los ojos, y no pudo decir que no. Después de que Andrés naciera, no se había

            atrevido a pensar en una oportunidad como aquella.

                   A los cuatro años, Andrés le preguntó a Lida:

                    –Mami, ¿por qué Dios me dio un corazón dañado?


            Lida se enfureció y abrazó a Andrés contra su pecho. ¿Cómo iba a contestarle esa pregunta que tantas



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