Page 27 - Memoria2018
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sideral del verano de Santiago. La brisa mueve los árboles del bosque y crea pequeños remolinos
de hojas amarillas por las veredas de adoquines rojizos. Los muchachos entogados se abrazan. Los CUENTO
familiares aprietan bocinas escandalosas hasta que se les tapan los oídos. Ya son profesionales. Ya
están listos para aspirar a mejores salarios, a sueños más grandes, a historias diferentes. Después de
tantos sufrimientos, noches sin dormir, filtros, trabajos en grupo, profesores de esos que son unos
desgraciados por el bien de los estudiantes. Después de tantas luchas, por fin saldrían al mercado
laboral a recoger los frutos de su educación.
Lida toma una, dos, tres, cuatro, cinco fotografías de los fuegos artificiales y de los cuadritos de
confeti de papel metálico una pulgada por una pulgada que vuelan entre los graduandos. La banda toca
una melodía que parece conocida. Quizás rock. Sí es rock, de Bon Jovi. La tuba gime y la batería le da
piquetes al aire. Los chicos de la banda sudan bajo los reflectores. Los birretes vuelan. Ella también tuvo
una noche como aquella. Hace muchos años ya. Iba a ser la dueña del mundo, así tenía que ser. Ella iba
a hacer cosas diferentes con su vida.
Lida se graduó de abogada, ejerció en las mejores firmas del país, hizo banca de fideicomisos,
sociedades anónimas, bienes raíces, estudió un postgrado en gerencia durante las noches y luego
se inscribió en una maestría de arte y escritura creativa en el extranjero. Cuánto amaba estudiar. La
abogacía le ofrecía oportunidades financieras, mientras que los estudios de postgrado le ayudarían
a ejercer en el mundo del arte. Le habría encantado dedicarse a escribir y enseñar. Escribir ficción y
enseñar literatura, arte o filosofía. Ser como J.K. Rowling y escribir novelas espectaculares, con miles de
seguidores en todo el planeta rendidos a sus pies.
Al volver de la maestría, sacó su licencia de traductora pública autorizada y se preparó para
hacer las mil y una cosas que había planeado.
Sin embargo, allí está, con su teléfono inteligente, mandando posts de Instagram, Twitter
y Facebook a la cuenta oficial de la institución para la que trabaja. Hace un par de comentarios
ingeniosos, busca un par de likes. Se asegura de usar un hashtag pegajoso y que las fotografías
expresen la misión del Instituto Nacional de Estudios de Nanotecnología. Lida baja su teléfono para
revisar y editar las fotografías y mientras lo hace, comienza a recordar las cosas que nunca pasaron.
Jamás ganó más de 1,500 dólares después de graduarse. Eso no da margen para cumplir muchos
sueños que digamos.
Han pasado 15 años. 15 años desde que nació su niño. 15 años desde que, en lugar de
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