Page 46 - Memoria2018
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Gregoria ocupó la tarde cotizando talleres de cuerda para especializarse como motivadora. Mientras le salía
CUENTO el trabajo se capacitaría; esto también le serviría para no tener que decir en la casa que la habían despedido.
Sus jornadas de labor, le habían hecho imprescindible tal experiencia. Ahora no se hallaba sin ellas.
Dos empresas se interesaron por sus datos. En una, la entrevistaron y le dijeron que en los días siguientes la
llamarían para indicarle la fecha de comienzo. De otra, la citaron en un hotel y cuando llegó había cincuenta
jóvenes esperando para lo mismo. Después de escuchar una charla de inducción de dos horas, les explicaron
el negocio: había que entregar una suma inicial de 150 dólares y vender una cuota mínima de perfumes.
La siguiente entrevista fue para una plaza de vendedora de productos para dieta. Al menos en esta charla
había mujeres y hombres de todas las edades. —Ustedes pueden tener un carro como este (un último
modelo), un apartamento como este— (mostraban fotos de ensueño), decía una mujer de acento extranjero
desde un estrado brilloso. Acá también se exigía una suma inicial y vender una cantidad de productos al mes.
A finales de febrero la desesperación se convirtió en frustración. No voy a entregar ningún currículo más;
suficiente con los 200 que he llevado, se dijo resuelta antes de lanzarse en la hamaca del portal. Del árbol
frondoso de pensamientos positivos caía una fina lluvia de espinas y sentía cada una en la piel cuando se le
enterraban.
…
Una vecina le dijo que la empresa donde ella trabajaba buscaba personal. Las dos mujeres se fueron el lunes,
antes de las cinco de la mañana. Si te preguntan si has manejado armas, contestas que sí, le recomendó la
vecina a Gregoria mientras iban en el bus.
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