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matricularse en la facultad de Derecho de la universidad y a medirse de tú a tú con esos niños ricos que

            querían menospreciarla por ser una cuarentona que comenzaba una carrera? Ustedes a mí no me intimidan,

            pensaba ella cuando miraba ese comportamiento de esos chiquillos malcriados. En el salón todos somos         CUENTO

            iguales, se repetía. Denle gracias a Dios que sus padres siempre les han tenido los tres golpes servidos en la

            mesa para cuando quieran comer. En mis tiempos había que levantar muchas piedras para ganarse un real. A
            lo lejos escucha el ladrillo de un perro. Ojalá sea ‘la manchita’ y que se aparezca por la casa, la manchita era

            una cachorra tan despistada que tardaba días en merodear la casa. También oye a lo lejos una voz que sale de

            una bocina. Seguro es un vendedor de frutas o un comprador de chatarra de esos que andan con la ropa toda

            negra. Si la casa no estuviera en vereda esos hombres serían su salvación, piensa. Ellos al verla así bañada

            en sangre llamarían a la ambulancia o la llevarían ellos mismos en el asiento de adelante del carro al hospital

            del otro lado de la calle. Pero ellos no entrarán porque la vereda es muy estrecha. Cuando ella propuso a los

            vecinos que dieran un pedazo de sus terrenos para anchar la vereda, la tomaron como una estrafalaria. Por
            el contrario, los vecinos compraron alambre ciclón y lo enterraron más cerca de la vereda. El asunto es tan

            grave que una persona de esas anchitas de cuerpo no entrará por esa tripita que han dejado como pasadizo.

            Mi final está cerca, piensa. De poco sirvieron esos cinco años de estudios en la facultad. De poco sirvió que

            se esforzara tanto en demostrar que para ser la primera en el cuadro de honor no se necesita tener veinte

            años. De poco servirá que todos los rialitos que conseguía vendiendo comida en la construcción porque años

            ninguna empresa la llamó para darle un trabajo de ocho a cinco. Ahora necesita un alma caritativa que la

            lleve a un hospital. Ahora está en la misma condición del tío taxista, que ella lo cargaba como un niño para

            todos lados cuando hasta el personal del hospital, lo miraban como un despojo. En aquella travesía


































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