Page 67 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            a la hora del almuerzo o de la cena, y al cambio de ánimo repentino de doña Estela, a causa de alguna
            llamada inesperada.


            Leonor, echó semillas en la pecera donde serpenteaban los peces coloridos, de pancitas redondas; luego,
            limpió la jaula, colocó hojas de periódicos, y en un platito plástico puso la comida de la Lorita, la cacatúa


            consentida de la patrona.
            El sábado, doña Estela, invitó a desayunar a sus amigas de El Club. Leonor, tuvo que levantarse a las tres


            de la mañana para limpiar la casa y preparar el desayuno vegetariano con las instrucciones que le había
            dado la jefa en un libro.


            Las damas de la alta sociedad reían y chisteaban sobre los sucesos ocurridos en la semana, y felicitaban
            a doña Estela por las fotografías publicadas en la revista Preludio.


            Leonor, permaneció unos minutos recostada en una de las paredes de la cocina, tomando un descanso
            en una sillita de tres patas. En la duermevela sintió que levitaba como a un metro de la silla y que sus


            labios rozaban suavemente en los bordes del granito.
            Despertó bruscamente al escuchar la campanilla. Se enjugó el rostro con agua fría y fue de inmediato al


            comedor de brillo espléndido.
            ––Leonor, tráigame tres jarras con jugo de zarzamora y otra con agua cristalina ––dijo la doña.


            Ese día la mucama trabajó hasta altas horas de la noche, de un lado para otro, complaciendo los caprichos
            de su jefa y de las damas invitadas. Por último, sirvió el té dietético que según los comentarios de la


            patrona provenían de Europa, de un lugar lejano que Leonor no había podido escuchar con claridad.
            El día siguiente, Doña Estela, se fue casi al amanecer. Dio las instrucciones acostumbradas, metió en el


            bolso, lápices labiales y polvo base.
            Leonor, tenía el rostro cansado, y las ojeras marcadas como de costumbre.


            Limpió la jaula, colocó hojas de periódicos, comida de canarios y agua. Mientras regaba las plantas, la
            cacatúa llenaba de excremento el rostro terso de la jefa fotografiada en la sección de sociales en uno de


            los diarios de la prensa.







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