Page 72 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            de focos, chancletas, tanques, botas plásticas, alcohol, ungüentos y otros productos que usaba la gente
            en los lugares rurales y en las montañas.


            Días después cayó un aguacero que duró varias horas. Hubo inundaciones en todo el país. La mercancía
            que estaba colocada sobre el piso se dañó. La borrasca y la humedad empañaron el sueño. Sufrimos una


            pérdida considerable.
            La Dirección de Protección Ciudadana hizo el recorrido por el lugar y, levantaron un censo de familias


            damnificadas para cuantificar los daños. Cuando le pregunté al funcionario encargado sobre mi situación
            y al ver la mercancía mojada y llena de lodo me dijo:


            ––Usted no califica señor. Esto es para la gente pobre. Usted es ya casi un empresario. El interés de seguir
            en el negocio de las ventas se vino de bruces contra el suelo.


            Julián llegó una tarde lluviosa, estacionó el vehículo frente a la tienda, tomó unos cartuchos, envolvió
            la mercancía seca y me dijo que lo acompañara. El día siguiente vendimos a precio de remate todo lo


            que pudimos a los pobladores del lugar y n en los pueblos aledaños de la Calle Sur. Por mi parte, compré
            una cama de tubos, un colchón, unas frazadas; Julián, en cambio, consiguió una hamaca, un abrigo, un


            sombrero y tomo un bastón de caoba que estaba colgado en la pared. Cuando le pregunté por el bastón
            se puso el sombrero, y me respondió con sorna:


            ––Esto es para cuando llegues a viejito.
            Julián regresó temprano la mañana siguiente. Le brindé un café. Después de un gran sorbo sacó un sobre


            amarillo y lo puso sobre la mesa. En una convicción inusual sentenció:
            ––¡Con esto podemos empezar de nuevo!


            El dinero que conté era cinco veces más a la venta de remate que habíamos hecho el día anterior. Al
            preguntarle a Julián sobre el asunto me refutó con una frase lapidaria:


            ––Sepa el milagro y no el santo.
            Supe muchos años después que Julián había pedido un préstamo y había usado el pick up como garantía.


            Supe también que era su única posesión, un vehículo heredado de su padre muerto en las montañas por
            una picadura de serpiente.


            Empezamos con el mismo optimismo. Lo primero que hicimos fue construir una base de columnas, una

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