Page 73 - MEMORIA 2020
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CUENTO
losa y una escalera de hormigón; luego, levantamos una estructura de madera, con el objeto de alcanzar
mayor altura para contrarrestar la humedad. Con el dinero restante compramos mercancía. En un par
de meses abrimos la tienda. Las ventas iniciales sirvieron para cubrir las deudas y recuperar en algo lo
invertido. Al cabo de un tiempo vinieron las ganancias.
No recuerdo bien cómo sucedió, pero sucedió. Con la entrada del nuevo gobierno arrestaron una caterva
de políticos corruptos y recuperaron por lo menos el cincuenta por ciento del dinero malversado. No sé
si eso influyó o, fue algo aislado o, quizás fue la presión de una marcha multitudinaria que amenazó con
un golpe de Estado, que al cabo de unos meses se lograron hacer las cunetas, se pavimentaron las calles,
colocaron una hilera de postes con cableado eléctrico por todas las orillas. Aparecieron nuevas vías de
acceso y en los pueblos lejanos: el milagro de la luz. Después vinieron los inversionistas y los negociadores
de bienes raíces, de construcción de viviendas para barriadas y también de propiedad horizontal.
Julián y yo nos propusimos ampliar la tienda a medida que el progreso galopaba en la llanura como un
caballo purasangre. Con el crecimiento inmobiliario vinieron las tentaciones de los empresarios con la
intención de comprarnos la propiedad y la tienda. Aun no entiendo con qué fuerza del más allá dimos
nuestro no rotundo o, qué fue los que nos impulsó a no abandonar el esfuerzo inicial. Lo cierto, es que, la
mayoría de los lugareños vendieron sus parcelas por la emoción de unos cuantos pesos. Al poco tiempo,
esa misma gente fue contratada como mano de obra en los negocios y las estructuras que se edificaron
en las parcelas, el espacio que antes había sido su hogar.
En la Quinta Manzana se construyeron casas de dos y tres pisos, también mansiones, luego esas
edificaciones se multiplicaron en todo el sector. Hoy, el lugar, está colmado de viviendas, carros, avenidas,
parques, artificios, cemento y más cemento. La tienda evolucionó a una abarrotería, en unos meses a un
minisúper, en unos años a un supermercado; después a una distribuidora. En la actualidad es un almacén
de varios pisos con mercancía de todo tipo. Algunos dicen que soy uno de los fundadores del Centro
Comercial La Ensenada, otros dicen que Julián y yo fuimos un par de locos-testarudos, con ilusiones de
opio y con sueños de trabajador-empresario.
Toco mi rostro, respiro profundo. Las arrugas de mi cuello dan testimonio que todo aquello inició con el
anhelo ferviente de un hombre en una esquina con una tienda improvisada y un puesto de legumbres.
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