Page 69 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            Invité a, Toto, a disfrutar de un refresco de jugo de caña que vendían en la esquina, cerca de los kioscos,
            motivado para que prosiguiera con la historia. Hizo una pausa, sorbió un trago de la botella y continuó:


            “El viejo, Clemente Juvenal, había vivido por un tiempo en una casa alquilada y cómoda, con un negocio
            independiente y próspero, su esfuerzo le sumaba buenas ganancias. Con la enfermedad de su esposa,


            la señora Carmela, las cosas desmejoraron, y el viejo tuvo que invertir todo su dinero en hospitales y
            medicamentos porque no cotizaba seguro ni tenía un registro de cuotas que lo ampararan en la cobertura


            de la ley del seguro social; resultaba como consecuencia negativa que doña Carmela tampoco gozara de
            dichos beneficios por razones obvias.”


            “La administración irresponsable de uno de los hijos en el negocio de las ventas, sumado a los gastos
            elevados en los medicamentos y al tratamiento médico del cáncer de doña Carmela lo llevaron a la


            bancarrota. Luego de unos años, sus hijos se casaron y lo abandonaron a la suerte y a la misericordia de
            algunos vecinos, pues, para ellos el viejo estaba entero y sabía cuidarse solo.”


            ––¿Y crees que el viejo se esforzó en el trabajo más de la cuenta? ¿o murió de depresión? ––le pregunté.
            ––Pienso que las dos cosas ––dijo Toto convencido––. Si don Clemente hubiese recibido por lo menos


            una pensión, no hubiera tenido la necesidad de trabajar en la buhonería hasta su vejez. Era muy probable
            que con una paga fija hubiera podido entrar en un asilo y, es posible, que habría pasado mejores días,


            con algo de compañía, rodeado de amigos de su edad, jugando cartas, dominoes, damas; para compartir
            y recordar los tiempos y sus anécdotas de muchacho.


            ––Creo que eso hubiera sido lo mejor para Clemente ––le dije––. Es triste morir solitario, sin esperanza
            y ahogado de pobreza.


            ––Cierto, y muchas veces por la injusticia de ciertos trabajos informales e inseguros –– dijo Toto––, pues
            con el tiempo se suma unos dólares, pero se deja de cotizar en las oficinas administrativas del seguro


            social que garantiza una pensión o jubilación futura.
            Toto, se colocó la boina bermeja y se incorporó con dificultad después de un hondo suspiro. En ese


            momento vi recorrer por sus mejillas unas cuantas lágrimas.
            ––¿Algún problema Toto? ¿Te sucede algo? ––le inquirí preocupado.


            ––No, solo que hay algo más en esta historia que no te he contado.

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