Page 76 - MEMORIA 2020
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CUENTO









                                                       El tren de vida


                                                                                                   Cenizas de ángel

                            Yo he pagado ya mi deuda. Ahora debes tú tomar esta cruz y ser el guardián de la salud de tus hermanos.

              En este altar inmolarás tus noches. La soledad y el estudio serán tu pan diario; la mente y el pulso firme tus herramientas...

                             Salva muchas vidas... aunque te cueste la tuya. Entrégate por amor a tus hermanos en servicio y ayuda,

                                                                                             para el bienestar común.

                                                                         Todos los demás afanes son vanidades humanas.




                                                                                         Roberto Joaquín Pérez-Franco




            El  grito  desgarrador  de  la  mujer  preñada  partió  en  dos  el  silencio  del  vagón  que  ahora  viajaba  sin

            pasajeros. Entonces el doctor Roberto Him confirmó lo que su instinto de experimentado obstetra y

            cirujano ya había anticipado: El parto era inminente, y el alumbramiento sería complicado, acaso con la

            necesidad de una cesárea.

            Pero el tren de la ruta Colón–Panamá se mostraba indiferente a la emergencia a bordo; avanzaba veloz,

            displicente con su imparable traqueteo, surcando los rieles elevados sobre el Lago Gatún.

            En  esas  condiciones,  la  tarde  lluviosa  del  12  de  octubre  de  1986  llegaría  al  mundo  Wenliang  Li,  de

            ascendencia china, pero a partir de ese momento muy panameño, aunque su nacimiento fuese en el

            remozado tren zoneíta. Locomotora que en su época vetusta vio nacer en sus vagones a figuras ilustres

            como el pelotero Rod Carew, y a otros cuantos istmeños olvidados por la indiferencia de sus nombres

            comunes.

            Pero Wenliang, o “Wen”, como también le llamarían después, no tendría nada de común. Desde su

            adolescencia algunos lo tildarían de raro; otros matizarían el calificativo achacándole el mote de chico

            con “virtudes especiales”. Para colmo de sus facultades extrañas, cada fase de su vida tendría inicios

            abruptos, comenzando con el mismo nacimiento.

            El Dr. Him alzó la voz con un tono firme que denotaba la urgencia. Y al instante ingresó al vagón la

            enfermera del tren comercial, quien minutos antes había sido solicitada por el galeno para improvisar el
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