Page 78 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            Pero en sus lejanas giras, el galeno también constató casos predecibles de embarazos que serían la
            crónica de una muerte anunciada, el fracaso cantado para cualquiera comadrona, por experimentada


            fuera; la escena de impotencia para cualquier personal de los escasos centros médicos que existían por
            esa zona del país.


            Y uno de esos casos lo descubrió en el último villorrio del ramal norte de la Costa Arriba, en La Guaira,
            donde examinó con recelo introspectivo el embarazo avanzado de Xiaoli, la mujer del único chino del


            pueblo, el dueño de la tienda que los pocos lugareños y los turistas que llegaban usaban para abastecerse
            antes de cruzar a Isla Grande.


            Xiaoli, una joven acuciosa y de poco hablar que llegó al país desde la lejana provincia china de Hubei,
            debía cumplir extensas horas de trabajo en la tienda y en los oficios del hogar. Pero además, soportar


            las patanerías de su marido, a quien parecía no importarle las complicaciones de su estado de gravidez,
            y a diario le exigía una larga lista de responsabilidades, incluso mientras él se ausentaba en sus vicios de


            peleas de gallos o apuestas con juego de dados.
            Todos le decían al chino que tuviera un poco de consideración con su mujer, sobre todo por la forma en


            que había decaído su semblante con el embarazo. Tal vez por eso no opuso resistencia cuando Xiaoli le
            pidió que la dejara ir a atenderse con el doctor Roberto Him, ese día que llegó al pueblo.


            Cuando el médico advirtió posibles complicaciones, se aseguró de ir personalmente a hablar con el
            esposo de Xiaoli, quien bajo otras circunstancias no lo hubiera recibido en su casa. Pero era chino igual


            que él, le llegó hablando en su propio idioma, y, además, se trataba de un profesional de la salud con
            reconocida fama en el sector. Aun así, lo escuchó con aprensión, y a regañadientes accedió a que en tres


            semanas regresara a darle seguimiento a Xiaoli.
            Pero a espaldas del médico, en ese ínterin, en las chinguias con sus amigotes se ocupó en difamar al


            galeno, atribuyéndole el sobrenombre de “mata sano”.
            Pasadas las tres semanas, Roberto Him volvió a La Guaria, motivado principalmente por su preocupación


            de ver el estado de Xiaoli, quien para ese momento ya entraba en la última semana de embarazo. Pero
            más preocupado quedó cuando se enteró de que el chino patán había abandonado a su joven esposa,


            dejándola a su suerte con las pocas provisiones de la tienda para que sobreviviera como pudiera, mientras

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