Page 79 - MEMORIA 2020
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CUENTO
él se aventuraba a buscar la vida que siempre quiso en la capital del país, donde seguramente tendría
más cerca casinos, y otros antros para satisfacer sus vicios.
— Es importante que vayas conmigo a mi clínica en la ciudad de Panamá, para darte la atención adecuada.
En los próximos dos o tres días entrarás en labor de parto, y tu bebé continúa en una posición riesgosa
para un parto natural, expresó el Dr. Him en tono pausado, mirando directo a los ojos de Xiaoli.
— Sí, iré con usted, respondió la asiática, luego de unos instantes de meditar con la mirada clavada en el
suelo (aunque taciturna, ella era de buen juicio).
Al día siguiente, por primera vez en años la tienda se cerraba. Xiaoli esperaba desde temprano al Dr. con
una pequeña maleta que una vecina piadosa le había ayudado a preparar, con lo estrictamente necesario
para recibir a su bebé próximo a nacer.
Junto al médico, partió en el bus de las 6:00 de la mañana con dirección a Colón, la capital de la provincia.
La idea era abordar allá otro transporte hasta la capital del país.
Con nostalgia, Xiaoli vio alejarse de a poco la playa conocida como La Punta, así llaman al extremo
occidental de Isla Grande, sitio que disfrutaba ver desde la ventana trasera de su casa, en los pocos
momentos de ocio que su apretada agenda de oficios le permitía.
Le encantaba observar en esa dirección las tardes frescas, cuando la brisa marina parecía coquetear con
las suaves olas del mar Caribe, en una danza natural que le recordaba sus caminatas de infancia por la
orilla del lago Dongting, cerca de su pueblo natal Xiaogan, en China.
Ahora, al volver la mirada a ese bello paraje colonense, le seguía pareciendo absurdo el hecho de que
esa isla turística estuviera a escasos minutos en bote desde su tienda, pero que su esposo nunca hubiera
accedido a llevarla allá en los 4 años que tenía ella viviendo cerca al muelle de La Guaira.
En todo caso, por los siguientes 30 minutos de viaje, la joven china se dispuso a disfrutar de la vista de
salida de su hogar, que le regalaba una ruta solitaria y zigzagueante, siempre sumisa a la costa marina.
Pero en la curva de la ensenada de Puerto Lindo, pasando los Ranchos de Chalia, sintió una punzada en
el vientre bajo... primer presagio de un viaje complicado.
No dijo nada. Aunque alcanzó a lanzar un atisbo de mirada al médico que dormía en el asiento contiguo.
Luego el bus abandonó la costa y se adentró en la selva húmeda, con dirección a Portobelo. Fue justo al
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