Page 81 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            Colón, a la estación ferroviaria. Con ambas opciones, el tiempo de recorrido para el destino final era muy
            similar. Incluso el viaje norteño adicional de 13,6 km. hacia Colón, además de esperar la hora de salida,


            podía parecer un retraso.
            Pero al ver el semblante decaído de Xiaoli, Him supo que era mejor tener las manos libres en el viaje en


            tren para atender cualquiera urgencia, en lugar de ir conduciendo.
            Su obsesión por la seguridad de sus pacientes, por la seguridad propia al ejercer la profesión, le hacía


            soñar con llegar a su clínica en Paitilla, donde tendría todas las condiciones y equipamiento para revisar
            a Xiaoli, y —si fuera necesario— hasta para practicar un parto adelantado.


            Pero ya en el tren supo que no llegarían a tiempo a su clínica, pues un parto de emergencia era inminente.
            Apenas era entrada la tarde, pero la brisa fría, la lluvia incesante y un manto de nubes grisáceas que


            se unían en el trayecto del tren parecían conspirar para que el sol apenas pudiera escurrirse, aunque
            sus rayos tenues lograban hacerse más intensos al rebotar en el lienzo silente del lago Gatún, que era


            vigilado por filas de álamos que impedían que se derramara el tupido bosque tropical, muy húmedo, que
            le da su esencia a Gamboa.


            Pero indiferente a todo ello, el tren de carga y de pasajeros avanzaba firme, partiendo en dos parajes de
            selva y pequeños pueblos, y su silbato de advertencia al acercarse una intersección, se convertía en un


            guijarro, que caía al pozo gris de la tarde.
            El médico con vocación campechana tenía suficientes recursos para costear el boleto del suntuoso tren,


            y hacerse acompañar de adinerados empresarios de la Zona Libre de Colón en sus constantes viajes a la
            costa Atlántica. Pero en su lugar, desde la capital prefería conducir su propio auto, solo, hasta Sabanitas,


            y allí darse un baño de pueblo; hacer las compras de las provisiones necesarias como cualquiera de los
            moradores de villorrios de la Costa Arriba que hacinaban la concurrida zona comercial de enlace, para


            luego disgregarse cada cual a su aldehuela.
            Y por otra razón que escondía en el cofre interno de sus sentimientos rotos, Roberto Him evitaba el viaje


            en el Panama Canal Railway. Pero esta vez se confabularon las circunstancias para que él volviera al vapor
            que le despertaba melancolía.


            Los resoplidos del tren, cual boxeador fatigado, daban cuenta de la pesada misión de carga que llevaba

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