Page 84 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            En sus capacitaciones enseñaba con palabras sencillas y entendibles la importancia de cumplir su sagrado
            “protocolo de accionar” en cada parto que se fuera a atender, con 14 puntos de seguridad laboral que


            cada matrona debía cumplir al pie de la letra.
            Esto  iniciaba  desde  la  indumentaria  blanca  que  portaban  sus  parteras,  pasando  por  métodos  de


            esterilización de instrumentos y técnicas del uso correcto de las manos, enguantadas, al momento de
            recibir al bebé.


            Pero algo que nunca enseñó Roberto Him, pero que sus matronas más experimentadas le escucharon
            proferir  al  momento  de  acompañarles  en  los  primeros  partos  caseros  que  hizo  en  los  villorrios  de


            Colón, fue repetir en tono bajo su lema de trabajo “seguridad es vida”, cuando se enfrentaba a alguna
            complicación, de esas que en el pasado le costó la vida a más de una mujer y de un bebé por esas áreas


            olvidadas del país.
            Y si la complicación aumentaba, el tono de voz subía, hasta hacerse perfectamente audible la frase


            ¡seguridad es vida!
            Nunca quiso hablar de esto, pero sus parteras lo notaron y lo empezaron a imitar. Y misteriosamente los


            casos de muertes de bebés y de madres por complicaciones a la hora del alumbramiento rural dejaron
            de darse.


            Después  de  cumplir  los  14  puntos  del  “protocolo”  científico  de  seguridad  del  doctor  Him,  si  algo
            comenzaba a andar mal en el parto, la comadrona pronunciaba la frase “seguridad es vida”. Y si todo iba


            a peor, repetía más fuerte esta frase y la situación se revertía, lo cual resultaba misterioso para el resto
            de las personas.


            El perfil enigmático de Him y de sus parteras fue adquiriendo fama, cuando algunas de ellas le imprimían
            un toque de show al asunto. Por ejemplo, en cierta ocasión una de sus más experimentadas matronas


            enfrentó el complicado nacimiento de unos mellizos, con una hemorragia incontrolable.
            Rendida ante el aparente fracaso del protocolo aprendido, y con su ropa blanca tornada en rojo por la


            sangre. La partera se puso de rodillas y empezó a gritar ¡seguridad es vida!, ¡seguridad es vida!
            Cundía el pánico entre los familiares que esperaba afuera, a la distancia, al escuchar los gritos - no de


            la embarazada, sino de la partera- que clamaba a voz en cuello ¡seguridad es vida!, ¡seguridad es vida!,

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