Page 86 - MEMORIA 2020
P. 86

CUENTO









            Y de a poco el médico dejó que involucrase personalmente el partos caseros o fuera de una instalación
            médica, pues su red estaba bien capacitada, el éxito las secundaba, y además no era necesario... hasta


            aquel día en el tren.
            Fue  necesario  una  cesárea  en  circunstancias  muy  inusuales,  pero  el  médico  llevaba  en  su  pequeño


            maletín lo necesario para garantizar un procedimiento seguro a su afortunada paciente y a su crío. Quiso
            la dicha, además, que se diera dentro de un ambiente de frío controlado, y con la asistencia de una


            enfermera competente.
            Le agradó que la indumentaria blanca y la presencia de la enfermera le diera un aire de formalidad


            médica y científica al nacimiento del pequeño “Wen”, pero una vez más las circunstancias fantásticas del
            entorno del alumbramiento volvían a aparecer, y esta ocasión en particular, marcarían para siempre la


            vida del hijo de Xiaoli.
            — Aquí está un nuevo colonense, dijo sonriendo la enfermera cuando ingresó al vagón, trayendo al bebé


            ya lavado y envuelto en una sabanilla.
            — Nació en Panamá, corrigió el médico, mientras terminaba de secar el sudor de su frente y cerrar su


            mágico maletín.
            Luego explicó a Xiaoli, que de apoco salía de su transe anestésico y recibía en brazos a su alevín, que


            el procedimiento quirúrgico empezó pasando la desembocadura del río Chagres, en el límite de ambas
            provincias, pero que el nacimiento propiamente fue ya adentrada la provincia de Panamá, teniendo


            como cortina de privacidad el bosque tupido del Parque Nacional Soberanía.
            Poca  atención  a  esta  explicación  geográfica  mostró  Xiaoli,  quien  tiernamente  prefería  acobijar  a  su


            pequeño recién nacido, mientras el tren pasaba el túnel sobre la autopista Panamá-La Chorrera. Fue allí,
            cuando la locomotora saltaba a la luz del poblado de Paraíso, muy cerca del Cementerio Francés, cuando


            el bebé frunció el ceño, en reacción a los baches irregulares de los rieles y el fuerte sonido de los hierros
            retorcidos.


            Nadie lo notó. Pero ese paraje, junto al fuerte zumbido del tren tratando de domar la vía, fue absorbido
            por el infante, y ese sonido se fue junto con él, marcando definitivamente el resto de su vida.


            Wenliang creció al cobijo de su madre, pero con la protección muy cercana también del doctor Him,

      86
   81   82   83   84   85   86   87   88   89   90   91