Page 85 - MEMORIA 2020
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CUENTO
¡seguridad es vida!
Aquella noche, lo que nunca imaginaría la partera ni nadie, era que a la distancia, en su residencia
citadina, el médico Roberto Him sudaba copiosamente mientras dormía, como si los gritos de la partera
que transportaba la brisa Atlántica arrancaran de su entraña un misterioso poder, antídoto para un parto
complicado.
Luego se despertó abruptamente y quedó sentado en su cama, jadeante, y débil. Fue justo en ese
momento cuando la partera recibía con vida a los mellizos.
A partir de allí, en la Costa Arriba todos comenzaron a respetar a las parteras de Him. Y entre ellas
robustecían su moral al compartir cada cual su experiencia de éxito garantizado, al cumplir el protocolo
de seguridad, pero sobre todo al echar mano del amuleto de la frase misteriosa.
No solo eran partos exitosos con cero letalidad, sino que además entre los pueblos se decía que los niños
y niñas que llegaban al mundo con las parteras de Him se desarrollaban fuertes, sanos y conformaban
familias felices.
Todos parecían conformes: aquellos que exigían evidencia científica, no podían refutar el fiel cumplimiento
de los protocolos de higiene y seguridad que seguían esas mujeres bien entrenadas, y ataviadas con sus
trajes blancos. Pero los que se inclinaban por lo enigmático, daban crédito a una fuerza mayor que se
reunía en torno a una frase mágica.
Pero esto último no parecía ser del completo agrado de Roberto Him. Pero comprendía que, tal vez, era
la única vía para dignificar la profesión de partera, en una época y en un lugar donde en ocasiones lo
trascendental se anteponía a lo teórico.
Sus parteras nunca lograron, empero, que Him hablar del asunto abiertamente. Luego de las capacitaciones,
el médico se retiraba a un lado, y las más veteranas pasaban el conocimiento de boca a boca con las más
jóvenes. Una que otra intentó, sin haber completado las capacitaciones, repetir la frase “seguridad es
vida” en una complicación de parto, pero fracasando estrepitosamente.
Pronto se entendió que ese amuleto solo funcionaba para las parteras que cumplían las capacitaciones
de Him. Pero eso, en esos días era como oro en polvo el certificado de finalización de curso, junto a la
firma del médico que admitía a la partera en el selecto grupo.
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