Page 30 - Memoria Premios IPEL 2021
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En la víspera de la Sö Bolore, mientras abajo la algarabía del gentío de los muchos
                  pueblos se hacía incontrolable, la madre de Meri Nuäre Aburema, velaba el sueño de su

                  hija que se convertía en mujer; recitaba los cantos a los espíritus, rogando a cada uno las
                  mejores venturas para la hija, pidiendo que su camino fuera placentero y feliz.


                           El  Ngwana  apareció  brillante  en  el  alto  pico  y  nuevamente  se  llenó  de  vida  el
                  bosque y la llanura. La gente agitada por el gran día se movía más de prisa y era mayor el

                  bullicio. El Ngwana recorrió el cielo y fue a ocultarse en lo lejano. La Deo llegó cubriendo
                  de negro la Cüö Sëndä y el bosque, fue bajando por los riscos hasta el Nö Krï y cuando ya
                  estaba todo oscuro y las fogatas encendidas, los Sukias de los distintos señoríos se juntaron

                  a la gran piedra en la que, según nuestras costumbres, el señor Quibian junto a la Meri
                  Nuäre Aburema, anunciaría el fin del Mogön y el inicio del festejo.


                           La Sö Bolore, se asomó finalmente en lo alto de la Cüö Sëndä, fue subiendo rápido
                  por el ancho cielo y fue pintando de blanco la llanura del Ñö Kri. Cuando Sö Bolore, estaba
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                  en la mitad del cielo, sonó en lo alto del risco el Dru , una vez, otra vez y otra vez, en cada
                  vez el sonar fue más largo y hondo, como si saliera del fondo de la tierra, la gente alegró
                  su espíritu. El Mogön había terminado ya iniciaban los festejos.


                           Sonaron, otra vez el Dru y los tambores, sonaron las flautas y las maracas y luego
                  el silencio, todo en silencio cuando sobre la gran piedra apareció el poderoso señor Quibian,

                  hasta ese momento ningún de los hombres de los otros señoríos lo habían podido ver, ni
                  siquiera los guerreros del señor de la llanura, que fueron los primeros en llegar. Apareció

                  con una antorcha encendida en una mano y una hermosa estólica tallada en hueso con un
                  gancho en forma de jadengo, en la otra mano; traía sobre su cuerpo un armazón de oro
                  que le tapaba del cuello hasta abajo del pecho, cuatro collares de conchas y dientes de
                  jadengo, dos brazaletes de oro, un cinturón de cuero de venado y huesos de manatí; en la

                  cabeza un penacho de hermosas plumas coloridas. El pelo le llegaba hasta el hombro y
                  tapaba parte de su cara toda pintada de negro, apenas se podía ver el blancor de los ojos

                  y su mirada terrible, que daba espanto.
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                  15 Dru: Caracol






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